Rivista DMA
Volver a empezar desde María
Volver a empezar por María
Pasión por Cristo, pasión por la juventud. Hay una transcripción salesiana, acuñada por algunas comunidades inspectoriales y locales, relativa al tema del Congreso internacional de la Vida Consagrada (noviembre 2004) que quiere expresar un compromiso prioritario por la vida religiosa en perspectiva de futuro. Y configurar una identidad clara: la de la predilección por los jóvenes.
Es la pasión por Jesucristo la que empujó a Don Bosco y a María Dominica Mazzarello a implicarse apasionadamente en el desafío de dar respuestas concretas a las aspiraciones profundas de las jóvenes y de los jóvenes más pobres. Sigue siendo una consigna prioritaria y urgente para nosotras, comprometidas en actuar de generación en generación el mandato asumido por María Dominica en el sendero de Borgoalto: ¡A ti te las confío!
El don de la predilección por la juventud da el rostro a la comunidad en la que vivimos y actuamos, en la que intentamos crear un ambiente educativo con estilo de familia, sereno y sencillo. Todas estamos en camino para abrirnos a relaciones auténticas, que predisponen a los jóvenes a la escucha y a la simpatía.
Cada una de nosotras es por vocación educadora. La nuestra es siempre una presencia educativa sea cual fuere el ambiente, la tarea, las responsabilidades que se nos han confiado y la comunidad a la que pertenecemos.
El presente número de DMA entiende subrayar esta verdad. Sobre todo el Dossier, y lo expresa a través de la palabra de Don Bosco, de María Dominica y el testimonio límpido de dos figuras extraordinarias en la sencillez de su vida: S. Eusebia Palomino y S. Laura Strumia, vividas en tiempos, lugares, condiciones distintas de vida, pero hermanas en la pasión por Cristo y por los jóvenes.
Ser educadoras salesianas es mostrar a la gente un rostro creíble en el que se reflejan los valores evangélicos, y hacer de manera que, sobre todo los jóvenes – aunque no cristianos – adviertan su fascinación, para orientar su crecimiento en humanidad y el descubrimiento de su proyecto de vida.
Esto nos compromete a algunas atenciones educativas que son para nosotras ineliminables y que se convierten en recorridos a acompañar en toda relación educativa.
Educar al conocimiento de uno mismo es una de las tareas fundamentales; conducir a aceptarse, a acoger serenamente los recursos y los límites de la propia personalidad; a descubrir actitudes, intereses, aspiraciones, valores, y a potenciarlos.
Educar a la interioridad es también una meta a la que conducir a los jóvenes, para abrirlos gradualmente al misterio, al asombro, al encuentro con Dios en la persona de Jesús.
Educar a elegir, a madurar la propia capacidad de amar, a vivir la existencia como don y como tarea, hasta acompañar a descubrir la propia vocación; son los pasos indispensables a los que la educadora salesiana ha de capacitar a los jóvenes. Con la certeza de que sólo así realiza la consigna que se le ha confiado. Y que poniéndose en este camino encuentra sentido y plenitud su vida dada totalmente a Dios por los jóvenes.
Giuseppina Teruggi