Rivista DMA

Los colores de la alegría

Los colores de la alegría Hojeando algunas revistas, aquellas que a menudo encontramos en nuestras vitrinas en la sala de la comunidad, hoy me atraen particularmente las fotografías. Una imagen me habla más que ninguna otra; la radiante sonrisa de un niño muy pobre que acerca el oído a un trozo de madera simulando un teléfono móvil. ¡Un niño feliz!

Me dejo llevar por una convicción que a menudo compartimos y que nos sorprende por su inmediatez; no son las cosas las que nos hacen felices. No cuanto se posee, no el juguete más sofisticado, ni siquiera las seguridades que favorecen sueños tranquilos. La alegría tiene los colores del corazón profundo. “Es feliz quien quiere lo que tiene”, decía San Agustín y ¡es difícil contradecirle! Conoce espacios cada vez más abiertos de alegría quien se acepta así como es, quien sabe dejar cantar su canción en lo profundo, cuando las circunstancias son alegres, cuando son tristes, cuando no corresponden a las esperanzas.

En la obra de Paul Claudel El anuncio a María, a la protagonista, Violaine, contagiada por la lepra por haber abrazado a un leproso, se le dice: “Violaine, ¡cuánto has sufrido en estos ocho años!”. Su respuesta: “Pero no en vano. Muchos sufrimientos se consumen en el fuego de un corazón que arde”. Por eso éstos no destruyen la felicidad, no quitan la capacidad de esperar, de amar, incluso de sonreír. La alegría es fruto del amar y del ser amados. Más que toda otra cosa. Alegría y amor son dos términos que siempre se reclaman.

Para nosotras, es sobre todo la certeza del amor de Dios la que nos hace felices. Una certeza que acompaña a los creyentes de todos los tiempos. En la Biblia hay una extraordinaria colección de cantos – los Salmos - que expresan de muchas maneras la alegría de creer y de mirar la vida como un don, aún en los momentos más trágicos.

Pollyanna, protagonista de la célebre novela de Eleonora Porter, recordando al padre, pastor protestante, subraya: “No habría continuado ni siquiera un día siendo pastor, si no hubiera habido en la Biblia los versículos de la alegría. Papá los llamaba así. Son todos aquellos que empiezan con ‘Estad siempre alegres’, ‘Cantad cantos de alegría’. Un día papá estaba muy triste y se puso a contarlos. ¡Son 800! Decía que si Dios se había preocupado de exhortarnos durante 800 veces a estar contentos, tenía que ser importante”.

Estad siempre alegres… esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5,16,18). Para quien cree, la alegría es una forma de ser cotidiana, no un traje para circunstancias extraordinarias. Ciertamente es uno de los testimonios más creíbles y convincentes para los jóvenes. Es cuanto han vivido y nos han enseñado Don Bosco y María Dominica Mazzarello entregándonos el mandamiento de la alegría. Y confiando nuestro Instituto a María, la mujer del Magníficat.

gteruggi@cgfma.org

OK Su questo sito NON utilizziamo cookie di profilazione, ma solo cookie tecnici e/o per il monitoraggio degli accessi. Se vuoi saperne di più clicca qui. Cliccando sul pulsante OK presti il consenso all'uso di tutti i cookie.