Rivista DMA

La casa de la comunicación

La casa de la comunicación En marzo pasado se constituyó en Roma la “Comisión Internacional de Comunicación” con la finalidad de un proceso de búsqueda y de confronto sobre la cultura de la comunicación. El grupo reafirmó el conoci­miento que de la comunicación hoy está empapada la vida; estamos inmersos en los medios de comunicación, se han convertido en un ambiente hecho no sólo por me­dios o instrumentos, sino por una nueva sensibilidad, una diversa mentalidad en la que se encuentran sobre todo los jóvenes, así llamados “nativos digitales”.
Virtual y real están en relación de reciprocidad y no son dos conceptos contrapuestos o separados, vivimos en una virtualidad real, en una realidad construida por los medios digitales, con los que se superan distancias de tiempo y espacio. Las redes sociales se han convertido en espacios vitales habitados por un número creciente de jóvenes y menos jóvenes.
Como educadoras salesianas no podemos estar mirando de forma genérica a esta cul­tura que tiene cada vez más connotaciones como cultura de red. Es importante lograr pasar del “hacer red” al más profundo ‘ser red’ y acompañar a los jóvenes en el paso de lo virtual a lo real, de la conexión a la relación. “El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión total, todo el mundo digital, representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para el hombre en la singularidad de su ser, y un estímulo para el confronto y el diálogo”. Lo afirma Benedicto XVI en el Mensaje para la Jornada mundial de las Comunicaciones sociales 2010.
En este número, el DMA propone la refle­xión sobre pobreza y justicia. Un tema que sacude, que no deja indiferentes. También el campo de la comunicación está marcado por lógicas injustas que llamamos “diferen­cia digital”: los pobres experimentan la imposibilidad de aprovecharse de las nuevas tecnologías y esto les discrimina de los que gozan de recursos mediáticos. No obstante las varias declaraciones de Naciones Unidas, a nivel operativo no sólo el proble­ma está lejos de una solución, sino que la misma diferencia se está acentuando.
Un fenómeno que podría subsistir también localmente, donde a veces se crean nuevos “poderes” unidos al disfrute o me-nos de los últimos descubrimientos de la técnica.
“No habrá progreso si no es de todos y pa­ra todos”, afirma Olivier Turquet. La casa de la comunicación –como quiere señalarse cada comunidad educativa – está llamada a ser cada vez más espacio abierto de vida y expresión para cada persona que la habita. Nadie en ella ha de considerarse huésped, extraño, excluido.

gteruggi@cgfma.org

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