Rivista DMA
Más allá del optimismo
Más allá del optimismo
Entre los encuentros celebrados por las Capitulares,
ha sido significativo aquel con
Mons. José Rodríguez Carballo, Secretario
de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida
apostólica. “Si a caso me preguntarais – afirmó
durante la homilía de la Misa – si soy optimista
sobre el futuro de la Vida Consagrada,
os diría que no. Pero si me preguntáis si
tengo esperanza sobre su futuro, os digo
ciertamente que sí”. El optimismo – manifestó– es una dimensión que se funda en
consideraciones humanas, mientras que la
esperanza radica en la fe y nos da la certeza
de que a Dios “nada es imposible”, por esto
no “debemos temer”.
La esperanza es una opción en favor de
Dios, no de nosotros mismos; se trata de
cambiar la óptica del protagonismo. Nuestra
fuerza no está en “carros y caballos”, como
está expresado en la Biblia, sino en la
fuerza de Aquel que es Amor y que ha garantizado
que “está con nosotros para siempre”.
Esta visión de fe amplia y profunda sostiene
y acompaña nuestros pasos en un camino
de confianza y de total entrega. Por esto
continuamos comprometiendo energías,
recursos y nuestra misma vida para cumplir
con responsabilidad lo que Dios quiere de
nosotros. No obstante los muchos retos y
los infalibles fallos.
El tiempo en el que vivimos nos provoca a
entrar en esta óptica, que por muchos lados
significa ir contra corriente y colocarnos
en una alternativa no entendida fácilmente
por muchos, incluso creyentes. Y quizás las dudas ¡anidan también en nosotros!
De Don Bosco, como de Madre Mazzarello,
se ha dicho que supieron “esperar contra
toda esperanza”. Y no quedaron defraudados.
Buscaron caminos para educar a los jóvenes
a la esperanza y con esperanza, sosteniendo
que ésta es un don fundamental para
quien vive con ellos.
Educar a la esperanza es hacer de forma
que el joven tenga horizontes amplios, que
pueda apoyarse en la confianza en la vida y
en los otros, con una actitud positiva respecto
a la realidad. Educar a la esperanza es
también preparar a las nuevas generaciones
a adquirir una característica hoy urgente: la
resiliencia, “el arte de volver a subir a la barca”,
la capacidad de afrontar adversidades y
obstáculos sin sucumbir.
El Papa Francisco nos indica algunos pilares
para educar a la esperanza; no perder la
memoria del pasado, el discernimiento del
presente, la gestión de los sueños.
Es un recorrido no fácil. Pablo VI hablaba de
esperanza como “encrucijada, punto de encuentro
entre cruz y alegría”. Estamos llamadas
a ser mujeres de esperanza, más que
de optimismo; haciendo su elección consciente
cada día, aún sabiendo que “no somos ángeles y si bien hemos hecho promesas
caeremos igual”, nos recuerda M. Ángela
Vallese. “Lo importante es levantarse de
nuevo y volver a empezar como al principio”.
Con la certeza de que caminar y esperar
son sinónimos”, como nos recuerda el
Papa.
gteruggi@cgfma.org