Guachené (Colombia). Mi nombre es Kiana Valencia Mateus, tengo 16 años y estoy realizando el voluntariado con las Hermanas Salesianas en Guachené (Colombia). Mi pasado me persiguió durante mucho tiempo, y tuve que enfrentarme a él para sanar mi corazón y abrirlo a Dios para servirlo a Él y a quienes me ponía en el camino.
Dios me trajo a este lugar sin ser yo consciente de ello en un principio. Al comienzo, y al transcurrir el primer semestre, no fue un proceso fácil, necesitaba aprender mucho y abrir mi corazón para poder llenarme de todo aquello que yo quería expresar y entregar a los niños y jóvenes que hacían parte de la misión.
Al finalizar el semestre, decidí continuar el proceso los meses que quedaban del año, algo en mí, me decía que todavía no estaba lista para irme, me faltaba algo a lo que no podía darle la espalda.
De regreso, comencé a asimilar y atender ese llamado que sentía que Dios me estaba haciendo, que comencé a ver con más claridad mi vida, mi propio ser y las situaciones de las personas que se acercaban a mí por un consejo, una ayuda o para ser escuchadas.
Ahora puedo decir que este año ha sido el tiempo más bello y dichosos que he vivido, he nacido de nuevo, he comenzado a vivir, soy una persona nueva, como cualquiera, con debilidades y temores, pero mucho más importante, con sueños, ilusiones y esperanzas por las cuales luchar y enfrentar todo aquello que impide que vivamos nuestra vida en armonía.
He aprendido mucho y he tomado más conciencia sobre muchas realidades que afectan nuestro país y nuestra realidad como seres humanos, nos hemos olvidado de Dios, le hemos dado la espalda y como nos dice el Papa Francisco: “Nos hemos acostumbrado al dolor”, hemos hecho de la violencia, el rencor, la indiferencia y la resignación, nuestro cotidiano, hemos dejado de creer en el amor, la paz, y la misericordia de Dios que obran de maneras maravillosas si tenemos fe en ello, y luchamos por construir un futuro más bello para todos.
Me he encontrado con personas que me han enseñado a valorar la sencillez, a ver con el corazón y vivir el momento y el hoy como el mejor momento de nuestras vidas. Me han enseñado que también las flores crecen entre el fango y siempre que haya amor y comunidad, los retos y las pruebas se hacen más agradables. Y que cada una de las cosas que suceden en nuestras vidas, no son por pura casualidad, sino que son señales que Dios no pone para invitarnos a seguirlo, y es nuestra opción atender a ese llamado o ignorarlo. Hoy puedo decir, que desde que decidí atender a su llamado, he sido la persona más feliz.
El estar aquí me ha llevado también a realizar un discernimiento en cuanto a mi futuro y al llamado que Dios me ha hecho al servicio, lo cual me lleva a una entrega a Él y a todas la personas que necesiten de una mano amiga, un abrazo sincero, un aliento de esperanza o un motivo por el cual seguir luchando. Comunicar y TESTIMONIAR su mensaje de amor al mundo, y compartir la alegría de tener a Dios en nuestras vidas y seguir los pasos de su Hijo.
“Jesús nos invita a ir mar adentro, nos impulsa al riesgo compartido. A perder miedos que no vienen de Dios, que nos inmovilizan, y retardan la urgencia de ser constructores de la paz, promotores de la vida” -Papa Francisco-
Sin más, solo me queda por agradecer inmensamente a todos los Salesianos y Salesianas del mundo, porque gracias a ellas, a su testimonio de servicio y entrega, y a la oportunidad que nos dan a muchos jóvenes de vivir una experiencia como esta, logran sembrar las semillas de la caridad, la fe, el amor y la esperanza en los corazones de cada uno de nosotros y nos impulsan de la misma manera, a trabajar arduamente por sembrar todo ello en los corazones de muchas más personas.
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